Nos conocimos debajo de un crucifijo. El rock y la cerveza nos hizo hermanos. Caminamos recitales, bebimos hasta el cierre de los bares. Entre botellas vacías nos preguntábamos por el vacío, la soledad, la muerte. Para qué mierda hacíamos lo que hacíamos. Tirar todo y desaparecer. Armar un bar. Sentir el rock como un espacio para respirar, sin destruirnos. Buscar a la que nunca llegaba.
Él estudiaba una carrera que no lo entusiasmaba tanto como La Cruda y dejaba sus horas en un trabajo que no lo emocionaba tanto como los recitales. Yo venía dando pelea en Filosofía, retirándome lentamente de las universidades entre alquimistas, Kant y la monografía sobre la discografía de Attaque 77. Lo bauticé Jean Paul.
Jean Paul me mostraba a cada paso sus miserias y abría su corazón con una franqueza imposible, contando cosas de su vida que yo no podría ni mencionar en la mía. Todavía creía que después de los 20 años era difícil hacer buenos amigos, pero el tipo derrumbaba mis planes a golpes limpios, madurando el knock out con consistencia. Fuimos juntos a mi primer recital del Indio como solista. Fuimos juntos cuando me retiré de los recitales del Indio, en Salta. Siempre nos tratamos de “usted”.
Los caminos son los caminos y él encontró en el amor un sendero con esa certeza que a mí me llena de preguntas. Yo seguí frecuentando pasadizos inciertos, más entregándome al viento que planificando una histora. La distancia se supo inevitable a pesar del cariño inoxidable. Supe, hace poco, que su estudio avanzaba en pasos firmes y que se acercaba la hora. No sabía que me iba a llamar un viernes a la tarde para decirme lo que todos sabíamos. Lo sigo tratando de usted, de amigo, todavía me cuesta decirle “Contador”. La distancia me salva de esa costumbre aborrecible de tirarle huevos y harina. La distancia no me permite compartir el festejo y darle el abrazo que merece. Espero que estas palabras, mínimamente, sean un tibio reflejo del abrazo que hoy no puedo darle. Contador , ojalá que algún día se haga justicia y usted pueda conocer la alegría infinita que me ha regalado con su existencia.