Boletín Culturín N° 22 – Charles Bukowski

A Mariano Suárez, quien abandonó una historia para inventar
otra que trajera del mundo de la música un poco más  de magia.

Cuando sobre el improvisado escenario de una peña de filosofía un compañero toma una guitarra, ensaya un ritmo de blues y otro comienza una lectura que habla de calcetines podridos, de olor a muerte y de guerras, yo me diluyo en esa prosa violenta y cruda y puedo imaginarme un escenario agonizante. Las palabras son como dagas que hieren con demasiada realidad la vida. Entonces me  atrevo a preguntar qué lee. “Charles Bukowski”, responde. Rápidamente entiendo que el escritor es uno de esos referentes culturales que acompañan a una ideología que lejos estoy de entender. Como sucede en estos casos, el nombre de Bukowski aparece repetidamente en los meses siguientes, sobre todo en círculos de los autoproclamados “undergrounds”, “artísticos” y “progresistas”. Es el rechazo a ese progresismo, a ese entendimiento de lo “artístico” y a ese underground (que de underground tiene bastante poco) lo que me lleva a alejarme del escritor.
Pero la literatura tiene sus vueltas y este alemán maltratado de niño por su padre y devenido en  cartero de la ciudad de Los Ángeles aparece nuevamente en mi vida seis años más tarde. Me aproximo a él, me atrevo con sus cuentos y algunas poesías. No me atrae. Sólo dice sin culpa cosas crudas que la mayoría no asumiría ni el confesionario. Habla explícitamente de sexo, de vivir borracho, de putas y del vacío de la existencia. “Nada nuevo”, me digo para mí y Bukowski es abandonado en mi lectura para no retomarlo nunca más en los próximos años.
Pero un amigo publica una de sus poesías y redescubro en pocas líneas aquella fuerza que me había atrapado, aquel relato sórdido y urbano de su obra que en pocas palabras lograba condensar una forma de manejarse en la vida, un vacío más allá de lo escrito. Su estilo (etiquetado como “realismo sucio”) descree del sueño americano y le debe al minimalismo la expresión de lo imprescindible para dejar que las descripciones se logren a través del contexto en en el que aparece.
Bwkowski estudia en Los Ángeles, pero vivirá en los márgenes de la existencia vagando de trabajo en trabajo y, harto del proceso de publicación, dejará de escribir. Es un dato curioso el hecho de que sea una úlcera que lo llevó a los abismos de la muerte la que lo anime nuevamente a producir literatura. Bwkowski decide dejar definitivamente su trabajo en la oficina de correos cuando un editor le ofrece cien dólares semanales de por vida y avisa por carta a un amigo: “tengo dos opciones: permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre.”.
Dos películas llevan su sello: “Factótum” y “Barfly” (Conocida también como “El borracho”), las cuales fueron escritas por él y tienen un tinte autobiográfico.
Hoy, Bukowski me sigue pareciendo un escritor por descubrir, ya que en 73 años escribió más de 50 libros y sólo abandonó la literatura cuando encontró la muerte en el año 1994, víctima de leucemia En su lápida reza una inscipción: “Don’t try” (“No intentes”).
Les dejo “Pájaro azul”, un poema que me enseñó el surfista 2.0 que logra captar mucho de nuestro escritor anfitrión.

Pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

(Versión de Rafael Díaz Borbón)

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